Yo combato en la enseñanza de la
filosofía, y en "la red de redes" intoxicada con el virus Nietzsche,
a este racista criminal contra la humanidad aún escapado sin su Nuremberg.
¿Dónde están los cazanazis en filosofía?
Bernardo Alonso,
“La terrible patraña Nietzsche”
Sucede con Nietzsche lo mismo que sucede
con el dogma de la vacuna: como la mayoría de los “grandes” pensadores
filosóficos del siglo XX lo ha estudiado y venerado, el aprendiz de filósofo
queda perplejo y demora en atreverse a publicar una opinión desfavorable de sus
ideas, por muy convencido que esté, en su fuero interno, de que Nietzsche es un
pensador secundario.
La primera excusa que aportan los
devotos veneradores de Nietzsche [a quienes afirman que Nietzsche no araña la
categoría de pensador inteligente, ni hablemos la de filósofo] es que ha sido
estudiado por los más eminentes filósofos del siglo, y apoyan sus comentarios
ateniéndose a los comentarios de un comentarista que se basa en los comentarios
que Deleuze, Derrida, o Gadamer mismo, hacen de los comentarios de Löwitz sobre
los comentarios de Heidegger sobre la obra que nunca escribió Nietzsche, Voluntad de poder. [...] Hay honrosas
excepciones, pero buena parte de la cultura del siglo XX ha recurrido con
dudosa libertad interpretativa, escasa honestidad intelectual y limitado
conocimiento inmediato, a los textos de Nietzsche, como pasa con los de Marx o
Freud, con quienes Nietzsche forma la troika filosófica llamada por Ricoeur
“los maestros de la sospecha", de la sospecha de ser maestros (Bernardo
Alonso, “La terrible patria Nietzsche”, artículo disponible en internet).
Uno sospecha que las vacunaciones masivas serán calamitosas,
en el largo plazo, para la salud del sistema inmunológico del ser humano —y con
esto del coronavirus y la desesperación por encontrar una vacuna que lo
eclipse, la sospecha se me hace patente—; pero uno se calla, porque clamar
contra el aparato científico casi en soledad resulta una especie de suicidio
intelectual. Y de parecida manera, uno sospecha que el pensamiento central de
Nietzsche es pedestre por donde se lo mire (su pensamiento periférico es más
interesante), pero se encuentra uno con el statu
quo filosófico europeo que le dice que no, que Nietzsche fue un genio entre
los genios del arte de discurrir. Sin embargo en este trance yo no me callo
como tal vez me callo frente a los vacunistas, porque acá no estoy tan solo.
Poco a poco, lentamente, aparecen, aquí y allá, pensadores transparentes que
leyendo a Nietzsche sin prejuicio alguno y sin pasar por el tamiz de los
comentadores, concluyen que no hay ahí nada que sea potable, que todo está
contaminado, que son aguas servidas las que discurren a través de sus libros.
Aún somos pocos, aún no tenemos la suficiente fuerza como para chocar contra el
statu quo y derribarlo, pero ya
vendrá el día en que ganaremos suficientes adeptos, y ahí veremos, razonando, quién derriba a quién[1].
[1] Continúa el maestro Bernardo Alonso citando egregios timadores que no
le hacen asco a la filosofía de Nietzsche: "Las terribles boutades de Nietzsche según Hippolyte
Taine, son solo ecantadora hyperbolic
rhetoric para [...] Brian Leiter, y se tragan como ejemplo de sinceridad
descarnada (“se atreve a decir lo que nadie osa”), como si las incitaciones a
aniquilar millones de personas fueran puro juego lingüístico, meras ficciones
literarias [...], o como si fueran solo ganas de llevar la contraria adrede,
que bromea cuando dice que hay que exterminar a millones de tarados, y que
¡"es que hay que entenderlo"! (Christian Niemeyer, como Oscar Levy,
el psiquiatra Jaspers de 1936, o C. G. Jung). [...] El colmo de la hermenéutica
paranoica de nietzschistas es decir que Nietzsche no dice lo que dice, sino que
dice lo que no dice. Es la philosophie de
la différence, para Deleuze-Derrida, que es filosofia dell'indiferenza para el ínclito mixtificador mitificador
Paolo D'iorio. Hay arrobados y arrobadas nietzschistas profesores
universitarios y sesudos escritores que subliman la demencia de Nietzsche
porque "es que era un genio", como si todos los locos fueran genios y
todos los genios locos. Hay locos santos, "locos egregios" [...], y
"locos malvados", como hay entre los sanos. Nietzsche es un loco
perverso que se cree un genio malvado. Y muchos ratones encandilados o
espabilados siguen su flauta" (op. cit.).
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