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viernes, 8 de noviembre de 2019

El padre de la vacuna


Esto es lo que se les enseña a los niños respecto de la invención de la vacuna:

… La posibilidad [que tuvo Jenner] de poner a prueba su idea surgió en 1796 cuando se presentó una terrible epidemia de viruela. Como no encontró ningún voluntario que se prestara para efectuar esta experiencia, utilizó a su hijo, a quien inoculó una pequeña dosis de pus en un brazo. De esta manera, Jenner logró no solo proteger a su hijo de la terrible enfermedad, sino también probar que la inoculación de pus proveniente de vacas infectadas de viruela, proporcionaba defensas contra la viruela humana (Campanita. Texto globalizado para alumnos de cuarto año básico, p. 60).

Eso es lo que se enseña, y esto es lo que sucedió:

En 1789, Jenner decidió (justo después de que había sido elegido miembro de la Royal Society) tratar de inmunizar [...] a su hijo, Edward Jr., nacido ese mismo año, y a dos de los siervos de su vecino, inoculándolos con la viruela porcina. [...] Jenner realizó el experimento haciendo un pequeño rasguño en los brazos del bebé con una lanceta [...]. Ocho días después, el bebé Edward tuvo llagas y enfermedad desarrollada, pero finalmente pudo recuperarse.  Luego, dos años más tarde, Jenner nuevamente desafió a su hijo con la viruela, esta vez con resultados infelices. Hubo una reacción, y una grave. Pero se recuperó rápidamente, y un año más tarde le inoculó la viruela, una vez más.  Desafortunadamente, sin embargo, en los años siguientes a estos experimentos, el joven Edward se convirtió en un niño enfermizo y exhibió signos de retraso mental leve, probablemente debido a un daño neurológico.  Jenner inoculó también a un joven llamado James Phipps. Tanto Phipps como el hijo de Jenner fallecieron, a los 20 y 21 años respectivamente, de tuberculosis [...]. A pesar de estas muertes, Jenner siguió probando la vacuna en muchos otros voluntarios, produciendo resultados diversos (Dave Mihalovic, “Lo que mucha gente no sabe sobre el padre de la vacunación”, artículo disponible en internet[1]).

El destino que siguió la medicina moderna, y que fue luego confirmado por la escuela de Pasteur, lo trazó un inconsciente cuya sed de renombre lo llevó a utilizar como conejillo de indias a su propio hijo y a cercenarle su calidad de vida y su vida misma tempranamente. A este individuo aplaudimos e intimamos a nuestros hijos a que lo aplaudan. Él abrió el camino… a la epidemia de enfermedades crónicas y degenerativas que ahora nos aplasta.

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