La concepción militarista que, de Pasteur en adelante, ha tomado la medicina,
nos ha llevado a considerar al sistema inmunitario como una especie de ejército
que nos defiende de las bacterias y los virus patógenos que pretenden sitiarnos
y asesinarnos. La concepción naturista de la higiene física y espiritual lo
considera de otra manera: es un ejército… de basureros. El cuerpo se intoxica
una y otra vez con lo que le metemos durante el día —no con los virus y con las
bacterias, que están ahí dentro desde siempre— y a la noche pasan los
recolectores de residuos llevándose toda la porquería para que las calles de
nuestra ciudad luzcan limpias y lozanas al día siguiente.
Respecto del papel que juegan los virus y las bacterias en relación a
nuestra salud, la alegoría se vuelve más zoológica. Supongamos que voy
caminando tranquilamente por la sabana africana, silbando bajito y gozando el
paisaje, y me topo con una jauría de hienas, o de perros salvajes, o peor aún,
de leones. Por más que los animales se percaten de mi presencia, seguramente no
me atacarán, porque no me consideran su presa natural. Ahora supongamos que
entro en pánico ante la vista de aquellos mamíferos y no tengo mejor idea que
tomar unas piedras y arrojárselas, a modo de defensa, porque supongo que están
prestos a devorarme. En este contexto, lo más probable es que los animales, si
realmente les acierto con un piedrazo, tomen revancha y se me abalancen (el
instinto de venganza no es exclusivo del hombre), y quede yo completamente
desahuciado. Los animales africanos representan los virus y las bacterias, yo,
caminando por la sabana, represento a mi simbiosis interna, en donde conviven
virus, bacterias, células, tejidos y todo lo demás, de manera armoniosa y
cooperativa, y los piedrazos representan a las vacunas, los antibióticos y todo
lo que nos metemos dentro con el objetivo de eliminar tantos virus y bacterias
como nos sea posible. Podría suceder también —las vacunas y los antibióticos
suelen ser “efectivos”— que los piedrazos espanten a los leones y a las hienas
y estos emprendan una cobarde retirada; ¿diríamos aquí que las piedras me han
resultado de gran ayuda? No, porque los animales, antes de la agresión, no querían
atacarme, y ahora, pese a que escaparon, no desearán en otra cosa cada vez que
me vean, y tendré que dormir para siempre con un ojo abierto y otro cerrado y
un puñado de piedras en mis manos, porque al menor descuido, las hienas, que
ahora sí me consideran su presa natural, querrán desmembrarme. ¿No sería mejor
vivir en paz y en armonía junto con nuestros compañeros de hábitat, que
cooperaban con nosotros, y hasta nos auxiliaban en diversas tareas, hasta que
tuvimos la poco inteligente idea de alejarnos de una vida natural, de una
alimentación natural, de una inmunidad natural, para situarnos en el rol de
cazadores y depredadores de microbios? Es mejor tenerlos de amigos y no de
enemigos, porque a piedrazos —y eso son los antibióticos para ellos, apenas
unos piedrazos— jamás ganaremos la guerra.
Basta de militarismo sanitario: de ahora en adelante, el paradigma médico
tiene que apuntar a la cooperación y a la interacción y redescubrir a los verdaderos
enemigos: los agentes estresantes y las toxinas, y en especial los toxicoalimentos[1].
[1] Toxicoalimento: alimento que, como su nombre lo indica, alimenta, pero
también, generalmente a la larga, intoxica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario