Esperamos tener una vacuna lista para ser
probada en unos dos años.
Margaret Heckler,
presentando en 1984 la “probable” causa del sida
Un
médico español, el doctor Enrique Costa Vercher, se pregunta, primero, por qué han recrudecido, o
se han desarrollado, las enfermedades que producen inmunodeficiencias a partir
de la década del 70 y no antes, y segundo, por qué se ensañan estas
enfermedades generalmente con los individuos jóvenes, entre 30 y 40 años como
rango etario en que atacan con mayor frecuencia, y difícilmente se desarrollan
en los viejos, siendo que los viejos, por el solo hecho de serlo, presentan un
sistema inmunitario deteriorado por la natural oxidación que producen los años.
Si apoyamos la teoría de Duesberg, tanto la primera como la
segunda pregunta pueden evacuarse afirmando que las drogas recreativas como la
cocaína, mariguana, heroína, LSD, poppers, etc., se masificaron e ingresaron a
un sector mucho más vasto de la población de las grandes metrópolis justamente
en la década del 70 y principios de los 80, y estas drogas fueron las
principales causantes del deterioro del sistema inmunitario, drogas que son
consumidas por lo general por jóvenes y no por abuelos y por ello son los
jóvenes quienes padecen el sida y no los viejos. Esta explicación es plausible,
pero Costa Vercher propone otra teoría complementaria.
Si
bien la vacuna se inventó a fines del siglo XVIII, su implementación masiva y
obligatoria tardó muchísimos años en promoverse. Podría decirse que en el mundo
desarrollado —que es en donde las enfermedades por inmunodeficiencia están
haciéndose fuertes (ya he mencionado que el supuesto sida africano no es una
enfermedad autoinmune sino muy otra cosa)—, la implementación masiva de la
vacunación múltiple y obligatoria comenzó tibiamente después de finalizada la
Segunda Guerra Mundial y se hizo fuerte a mediados de la década del 50. Hacia
mediados de la década del 80, que es cuando el sida eclosiona, los enfermos,
mayormente jóvenes homosexuales o bisexuales de entre treinta y cuarenta años,
habían sido todos ellos sometidos a vacunaciones múltiples cuando niños. Los
cincuentones y sesentones, en la década del 80, posiblemente también
sucumbieran en buena medida a la tentación del consumo de drogas, pero ellos habían
nacido antes de la Segunda Guerra, por lo que sus cuerpos, en la gran mayoría
de los casos, no habían sido sometidos a la tortura de las jeringas.
Lo
que hacen los médicos sanitaristas al obligar a vacunarse a la entera población
de sus países, es, sencillamente, manipular el sistema inmunitario del vacunado
para que responda a tal o cual amenaza en particular, en desmedro de su
respuesta general al conjunto de todas las amenazas a las que el cuerpo se
enfrenta. Nos inoculan el virus de la viruela bovina y quedamos fortalecidos
para enfrentar a la viruela humana… pero debilitados para enfrentar al resto de
las enfermedades oportunistas. Jugar con el sistema inmunitario sin conocerlo a
fondo tiene sus consecuencias y ahora, sida mediante, las estamos pagando.
Hemos creado una raza de individuos inmunizada contra tales o cuales
enfermedades infecciosas y desinmunizada contra el resto de las enfermedades,
muchas de ellas, como el cáncer, bastante más terribles, en cuanto a
sufrimiento y tasa de mortalidad, que las enfermedades que la vacuna ha
erradicado. El cáncer sube, las enfermedades del sistema inmunitario suben en
el occidente desarrollado, y las enfermedades infecciosas descienden al ritmo
de los pinchazos; ¿estamos haciendo negocio?
Los
sanitaristas vacunófilos fanfarronean afirmando que hoy en día la gente vive
muchos más años que otrora, que la expectativa de vida ha subido notablemente
gracias, entre otras cosas, a las vacunas. Costa Vercher responde: ¿en qué época han nacido aquellos abuelos que hoy
en día llegan a los noventa o a los cien años? Nacieron en la década del 20 y
en la del 30, es decir, cuando la vacunación obligatoria todavía no se había
implementado con suficiente rigidez. Gozaron de los nuevos beneficios de la
sanidad bien entendida (mejoras dietéticas, cloacas, recolección de residuos,
redes de agua potable, acceso a la información) y no llegaron a sufrir los
perjuicios de la sanidad mal aplicada (vacunas y abuso farmacológico): el
cóctel perfecto para una vida sana y prolongada. Esperemos unos treinta o
cuarenta años y veremos cómo la expectativa de vida de los gerontes, lo mismo
que su calidad de vida, descienden significativamente[1].
Más
allá de ser esta una teoría difícilmente comprobable, tenemos este dato último,
el pronóstico poco alentador del recule de la esperanza de vida en las urbes
occidentales. Si se cumple esta profecía, tal vez, y solo tal vez, los médicos
vacunadores caigan en la cuenta de su error y comprendan que manipular a sus
antojos máquinas complejas y sutiles como el organismo humano con herramientas
tan toscas como las vacunas es algo así como pretender reparar los engranajes
de un reloj de pulsera con un destornillador de mecánico de autos y sujetándolo
con guantes de boxeo.
Tiene mucha razón el sistema sanitario no vela por la salud sino por el negocio
ResponderEliminarSe ha enfermado a mucha gente y ya no podemos hacer gran cosa, la humanidad ha sido engañada. Lo único que podemos hacer es tomar nota y defendernos.
ResponderEliminarDemos gracias a Dios si aún estamos sanos y confiemos en que nos de luz para mejorar . Amor para nuestros semejantes y fuerza para defendernos. Sobre todo luz y sabiduría.
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