Y para comenzar a implementar este nuevo
paradigma sanitario, lo más importante —como dice Jesús García Blanca— es tomar
la decisión de dejar de ser “pacientes” en manos de otros y comprender que la
salud y la enfermedad son dos aspectos complementarios de lo vivo, que la vida
es un continuo fluir de procesos de equilibrio, desequilibrio y reequilibrio,
que eso que la medicina farmacológica llama “enfermedad” no es producto de la
mala suerte o de microbios que nos invaden, sino un reflejo de nuestra forma de
vida y del entorno en el que vivimos, y en última instancia la expresión
biológica de la pérdida del equilibrio y del proceso necesario para
recuperarlo. No se trata por tanto de implementar medios artificiales para no
padecer una enfermedad o para tapar sus síntomas, sino de acercarnos a la
naturaleza lo más posible —respirar aire limpio en las montañas, caminar
descalzos por la arena, respetar los biorritmos, ionizarnos en las playas,
alimentarnos de modo natural y ecológico— de modo que no necesitemos la
enfermedad; pero si a pesar de todo se produce, entender la función que cumple
y colaborar con ella.
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