Jay
Levy, una de las autoridades más respetadas en la investigación del sida en la
década del 90, no podía explicar una de las grandes incongruencias que tiene la
hipótesis vírica: el extensísimo período de latencia:
Los mecanismos exactos de la
destrucción de las células CD4 y la deficiencia inmune no están todavía claros, ni tampoco cómo la heterogeneidad de las
cadenas de VIH es eventualmente expresada. La latencia, así como muchos rasgos
de la patogénesis del VIH, permanece
misteriosa (El VIH y la patogénesis del sida, p. 617).
Peter
Duesberg, socarronamente, le contestó: “No hay retrovirus lentos, sino
retrovirólogos lentos”. Si el sida demora tanto en manifestarse no es porque el
HIV se esté incubando sino porque el cuerpo se defiende de los agentes
estresantes tanto tiempo como le es posible, hasta que al fin colapsa.
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