Nunca hubo un gran
ingenio sin alguna mezcla de locura.
Séneca, De la tranquilidad
de ánimo, cap. XVII
Para ser un genio
hay que estar un poco loco. Pero solo un poco, no demasiado. No existe una
relación directa entre el grado de genialidad y el de locura. Más bien sucede
al revés, que siendo necesaria la locura para que aparezca la genialidad, si la
locura es excesiva, la genialidad no despega:
La
afirmación [...] según la cual el tamaño del genio corresponde al de la
neurosis, es absolutamente falsa. No es en los altos picos de la genialidad
donde encontramos la locura; es, más bien, en los niveles inferiores de la
capacidad de innovación humana. Un Dante, un Milton, Un Goethe, un Víctor Hugo
no son patentemente neuróticos, solo lo son si los sometemos a una
investigación paciente. Pero en los genios de segundo o tercer orden [...] la
neurosis o la locura se manifiestan patentemente (Fernando Pessoa, EGL, pp. 136-7).
No exageremos nuestras
locuras si no queremos pasar a la posteridad como genios menores. Y demos
gracias al Cielo por esta bendición maldita. Bendición no hay duda de que lo
es, porque la obra del genio hace más llevadera la vida de los que aprendieron
a valorarla. Pero es una bendición flaca para el que la carga, porque según
Pessoa lo vuelve nervioso, desamorado, triste y desasosegado:
El
hombre de genio nace extremadamente nervioso [...], aunque también en
condiciones y bien preparado para un tipo de trabajo que cada vez más socava su
constitución nerviosa. Vemos así que el genio existe gracias a una
característica —un temperamento extremadamente nervioso— que también lo
tortura, que reacciona contra sí.
El
artista fuerte mata en sí mismo no solo el amor y la piedad, sino las mismas
semillas de la piedad y el amor. Se hace inhumano en virtud de su gran amor por
la humanidad; de ese amor que lo impulsa a crear arte para el hombre.
El
genio es la mayor maldición con la cual Dios puede bendecir a un hombre. Debe
ser sobrellevado con las mínimas quejas y lamentos posibles, con la mayor
conciencia que alguien pueda tener de su tristeza divina (ibíd., pp. 142 y 57).
11:48
p.m.
Existen,
según Pessoa, tres tipos de genios: los genios artísticos o filosóficos, los
genios políticos y los genios militares. Los primeros remodelan el psiquismo de
las aristocracias; los segundos, el de las clases medias; los terceros, el de
las clases bajas. Las ideas filosóficas
actúan primero sobre
las élites. De esas élites salen los políticos que dominan al pueblo, y que,
inevitablemente, de un modo u otro, se dejan influenciar por esas ideas
rectoras (EGL,
p. 45).
Yo no creo ser un genio, pero hay días
en que abrigo alguna esperanza. Y si soy genial, mi genialidad filosófica no
influirá, como dice Pessoa, en las aristocracias, sino que recalará
directamente, sin intermediarios, sobre el psiquismo de las clases medias.
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