Habla el
Barón de Teive (semiheterónimo de Pessoa, igual que Bernardo Soares):
Para
que un hombre pueda ser distintivamente y absolutamente moral, tiene que ser un
poco estúpido. Para que un hombre pueda ser absolutamente intelectual, tiene
que ser un poco inmoral. No sé qué juego o ironía de las cosas condena al
hombre a la imposibilidad de esta dualidad en grande (La educación del estoico, p. 18).
Esto es algo parecido
a lo que decía Jules Renard: "El
amor mata la inteligencia. Como en el reloj de arena, el uno solo se llena si
el otro se vacía". Ya refuté este aforismo en su momento (ver las entradas
del 6/1/96 y 20/7/97), solo agrego ahora que según mis estudios plasmados en la
entrada del 20/10/97, el individuo ideal, aquel que mantiene sus tres
componentes temperamentales en perfecto equilibrio, posee a la vez un máximo de
bondad unido a un máximo de inteligencia (trascendente).
9:22 A.M.
“Teive es el propio Pessoa. [...] Es aristócrata, como se imagina
Pessoa, y adinerado, como Pessoa quería ser” (CF, p. 380). Sí, quería ser millonario, no tenía ningún prurito
ético que se lo impidiera. La única condición era que sus millones no le
impidiesen escribir. Tener dinero no para disfrutarlo, sino para comprar tiempo
dedicado a la escritura. Pero nunca lo consiguió, nunca dispuso de demasiado
dinero —excepto cuando recibió la herencia de su abuela Dionísia, que dilapidó rápidamente
como ya hemos visto—.
Pessoa quería ser rico pero nunca lo fue; yo quiero ser pobre y
soy rico. En estos asuntos no nos parecemos.
10:52
A.M.
El genio literario, ¿debe o no debe ocuparse de hacer lo necesario
para que su legado perdure? Eso depende, dice Pessoa, del tipo de hombre que el
genio sea:
El interés
deliberado de un genio por sus obras, la publicación cuidadosa de ellas y su
organización pensando en la posteridad dependen de si ese genio es un hombre de
voluntad firme y de propósitos fijos, alguien que se preocupa mucho por sí
mismo. Basta que sea un borracho empedernido para que toda la preocupación se
vaya a la porra (EGL, p. 276).
Parece dar a entender que no se preocupará por estas cuestiones,
que solo escribirá lo que tenga que escribir y que del ordenamiento y la
publicación se preocupen los demás si es que quieren. Pero sabemos que no fue
así.
En varias oportunidades se refirió
Pessoa, en los últimos años de su vida, al propósito de cambiar de domicilio y
buscar en algún lugar de los alrededores de Lisboa una vivienda más adecuada
que le permitiese ordenar y rematar la obra. [...] Son varias las fuentes que
señalan que en los últimos tiempos de su vida Pessoa asumió un esfuerzo, al
parecer no compensado por el éxito, encaminado a ultimar de forma razonable su
obra. (CT, p. 212 y 214).
El
mismo Pessoa lo cuenta en una carta a Ofelia:
…Es la ocasión de realizar mi obra
literaria, completando unas cosas, agrupando otras, escribiendo otras que están
por escribir. Para realizar esa obra necesito tranquilidad y cierta soledad. […] Toda mi vida futura depende de si consigo
hacer esto pronto (carta del 29/9/29, citada en Cartas a Ophélia, p. 108).
Ciertamente
fue grande su preocupación por darle un formato coherente a todo el material
acumulado, aunque su ocupación no estuvo a la altura de su preocupación.
En una carta
fechada el 28 de julio de 1932 dirigida a João Gaspar
Simões, escribe Pessoa: “Estoy comenzando —lentamente,
porque no es cosa que pueda hacerse con rapidez— a clasificar y revisar mis
papeles” (AP 1087). Afirma Simões que
Pessoa estaba convencido de que se iba a morir tempranamente y que por ello
tenía que apurarse. “Había pues que encerrarse en casa, poner manos a la obra y
aprovechar el tiempo de vida que le quedaba —los astros no le prometían
longevidad— para organizar su obra y comenzar la publicación de sus libros” (JGS, p. 486). Tres años después lo sorprendió la muerte[1]
sin haber concluido aquellas revisiones y clasificaciones. Yo tengo el deseo de
publicar los primeros libros de este diario en el 2043, por lo cual, si no
quiero quedar a medio camino de la revisión total como quedó Pessoa, deberé
comenzar esta labor como muy tarde en el 2035.
1:10 p.m.
El único libro
completo que Pessoa publicó en vida fue Mensaje,
en 1934. Días antes de la publicación, escribió lo siguiente: “El hecho de que
vaya a publicar un libro cambiará mi vida. Ya no estaré inédito —así pues, algo
pierdo” (PDN, § 128). Eso que se
pierde al publicar, o que se puede perder, es la humildad. Y suele suceder que
junto con la humildad se vaya también el estilo. Por eso trataré de publicar mi
diario lo más tarde posible, —aunque no tan tarde como para correr el riesgo de
morirme antes, porque no estoy para nada persuadido de que la posteridad se
tomará el trabajo de publicarlo por mí—.
“Tal vez la gloria
—especula Pessoa— tenga un sabor a muerte y a inutilidad, y el triunfo un olor
a podrido” (AP 3635). Publicar, y que
los contemporáneos se interesen por esa publicación, es resignarse a vivir con
un resabio en la boca y un broche en la nariz.
[1] Según Raúl Leal, en
1935 Pessoa creía, de acuerdo a lo que decía su carta astral, que le quedaban
todavía dos años de vida (cf. CT, p. 214).
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