Verso libre, verso
libre,
líbrate mejor del
verso
cuando te esclavice.
Antonio
Machado
Para Pessoa,
el
verso blanco, así llamado, es un vehículo extremadamente aburrido para
escribir. [...] Pueden escribirse poemas perfectos en verso blanco, esto es,
poemas que pueden ser leídos con interés y atención, y que satisfarán al
lector; pero deben ser breves (EBI, §
65).
Breves o no breves, a mí
los versos que carecen de ritmo y de rima bien definidos me producen sopor y
aburrimiento[1].
4:42 a.m.
Burlándose de los poetas modernos, que no respetan regla ninguna
cuando componen sus versos, escribe uno de los más jóvenes heterónimos de
Pessoa, el doctor Pancracio:
En esta era del
automóvil y del arte por el arte, no hay ninguna restricción a la longitud de
la línea en poesía. Se pueden escribir líneas de dos, tres, cinco, diez,
veinte, treinta sílabas o más que no tiene ninguna importancia; solo
cuando las líneas de un poema contienen más que un cierto número de sílabas,
esa composición es generalmente conocida por prosa. Esta dificultad de
saber cuál es el número de sílabas que establece el límite entre poesía y prosa
hace que sea modernamente imposible distinguir lo que es una y lo que es la
otra. La distinción interna es, por supuesto, imposible. Después de
algún estudio, descubrí que se puede considerar generalmente poesía cuando cada
línea comienza con la letra mayúscula. Si el lector logra descubrir otra
diferencia, estaría muy agradecido de que la diera a conocer (“Ensayo sobre
poética”, AP 2663).
También nos ofrece Pancracio, en este mismo ensayo, su receta para
escribir en verso libre:
Tome una hoja de papel, una pluma y un
frasco de tinta. Escriba en lenguaje corriente (lo que técnicamente se llama
prosa) lo que le apetezca decir o, mejor, si es usted capaz, lo que piense. Con
la ayuda de una regla graduada, rasgue su borrador obteniendo líneas de diez
centímetros o cuatro pulgadas de largo y tendrá un poema en versos blancos. Si
hace falta, para redondear la medida, añada de vez en cuando algunos ¡ay!, ¡oh!, ¡ah! o, mejor aún, una breve
invocación a las Musas. Esta es la receta
moderna. Por supuesto que no sé directamente si este es el método que los
poetas modernos utilizan. Pero al examinar sus poemas, descubrí que la
evidencia interna es concluyente, apuntando siempre a tal método de
composición.
11:57 A.M.
Pip,
heterónimo Pessoano del cual surgiera posteriormente el doctor Pancracio,
concibió en 1902 “Los ratones”, que puede considerarse como el primero, o uno
de los primeros, poemas ecológicos:
Viviam sempre contentes,
No seu buraco mettidos,
Quatro ratinhos valentes,
Quatro ratos destemidos.
Despertaram certo dia
Com vontade de comer,
E logo á mercearia
Dirigiram‑se a correr.
O primeiro, o mais ladino,
A uma salsicha saltou,
E um bocado pequenino
D’essa salsicha papou.
Eu choro do rato a sina,
Que a tal salsicha matou,
Por causa da anilina
Com que alguem a colorou.
O segundo, coitadinho,
Á farinha se deitou,
E comeu um bocadinho;
Um bocadinho bastou.
Após comer a farinha
Teve elle a mesma sorte,
Pois o alumen que ella tinha
Conduziu‑o assim á morte.
O terceiro, p’ra seu mal,
Gotas de leite sorveu,
Mas o leite tinha cal;
Foi por isto que elle morreu.
O quarto, desconsolado,
A negra morte buscou,
E julgou tel‑a encontrado,
Quando veneno encontrou.
E sorvendo sublimado,
Enquanto este gastava,
(Agora invejo‑lhe o fado),
O feliz rato engordava.
É só cá n’este terreno,
Que caso assim é passado –
Até o proprio veneno
Já fôra falsificado!
(Extraído del libro 136 pessoas de Pessoa, de Jerónimo
Pizarro y Patricio Ferrari)
Permítaseme traducir este poema al español, con su métrica y su
rima:
Vivían siempre contentos,
en un buraco metidos,
cuatro ratoncitos fuertes,
valientes y decididos.
Despertaron cierto día
con voluntad de comer,
y al ver un supermercado
comenzaron a correr.
El primero, el más ladino,
a una salchicha saltó,
y un bocado pequeñito
de esa salchicha comió.
Yo lloro por su destino:
la salchicha lo mató
por causa de la anilina
con que alguien la coloreó.
El segundo, más humilde,
en la harina se acostó
y comió solo un bocado;
solo un bocado bastó.
Después de comer la harina
corrió con
la misma suerte:
el alumbre que tenía
lo condujo hacia la muerte.
El tercero, por desgracia,
gotas de leche sorbió.
La leche tenía cal,
fue por eso que murió.
El cuarto, desconsolado,
la negra muerte buscó,
y juzgó haberla encontrado
cuando veneno encontró.
Y sorbiendo y suponiendo
que con él se suicidaba,
ahora le envidio el destino:
el ratoncillo engordaba.
Es solo aquí en esta tierra
que un caso así ha pasado,
¡porque hasta el propio veneno
ya ha sido falsificado!
Será porque Pessoa tenía solo trece años cuando escribió este
poema, pero creo que se lo mejoré.
11:54 P.M.
Los escritores, por lo
general, tienen buena labia. Sería normal que quien se solaza creando frases
escritas guste también de crearlas profusamente con la lengua. No era este, sin
embargo, el caso de Pessoa. “Era una persona callada, la más silenciosa del
grupo. Él era un auditivo”, dijo su amigo Almada Negreiros, y Fernando Da Costa
confirma: “Conversábamos bastante, es decir, yo era el que hablaba, él estaba
casi siempre callado” (citados en CF, p. 100). Da Costa
agrega otro dato: “No tenía ninguna gracia”. Callado y
sin gracia: mi propio nombre y mi propio apellido[2].
[1] La rima no es
absolutamente indispensable, el ritmo sí. Según Antonio Colinas, “el lenguaje
poético se distingue, sobre todo, del que no lo es —el poema verdadero del
poema falso— por su ritmo. Esta es la
condición imprescindible del verso, del microcosmo poético: a un verso lo
podemos desproveer de su rima y medida, de su mensaje y de sus imágenes, pero
no podemos quitarle su ritmo, su música.
Y aquí es donde tenemos que desechar [...] todos aquellos versos «libres» que
solo lo son en apariencia” (El sentido
primero de la palabra poética, p. 140).
[2] Ángel Crespo discrepa.
Según este biógrafo, Pessoa “tuvo fama de agudo, y en ocasiones inquietante,
conversador” (Con Fernando Pessoa, p.
22).
No hay comentarios:
Publicar un comentario