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sábado, 6 de octubre de 2018

Pessoa y el verso libre


Verso libre, verso libre,
líbrate mejor del verso
cuando te esclavice.
Antonio Machado
Para Pessoa,

el verso blanco, así llamado, es un vehículo extremadamente aburrido para escribir. [...] Pueden escribirse poemas perfectos en verso blanco, esto es, poemas que pueden ser leídos con interés y atención, y que satisfarán al lector; pero deben ser breves (EBI, § 65).

Breves o no breves, a mí los versos que carecen de ritmo y de rima bien definidos me producen sopor y aburrimiento[1].

4:42 a.m.
Burlándose de los poetas modernos, que no respetan regla ninguna cuando componen sus versos, escribe uno de los más jóvenes heterónimos de Pessoa, el doctor Pancracio:

En esta era del automóvil y del arte por el arte, no hay ninguna restricción a la longitud de la línea en poesía. Se pueden escribir líneas de dos, tres, cinco, diez, veinte, treinta sílabas o más que no tiene ninguna importancia; solo cuando las líneas de un poema contienen más que un cierto número de sílabas, esa composición es generalmente conocida por prosa. Esta dificultad de saber cuál es el número de sílabas que establece el límite entre poesía y prosa hace que sea modernamente imposible distinguir lo que es una y lo que es la otra. La distinción interna es, por supuesto, imposible. Después de algún estudio, descubrí que se puede considerar generalmente poesía cuando cada línea comienza con la letra mayúscula. Si el lector logra descubrir otra diferencia, estaría muy agradecido de que la diera a conocer (“Ensayo sobre poética”, AP 2663).

También nos ofrece Pancracio, en este mismo ensayo, su receta para escribir en verso libre:

Tome una hoja de papel, una pluma y un frasco de tinta. Escriba en lenguaje corriente (lo que técnicamente se llama prosa) lo que le apetezca decir o, mejor, si es usted capaz, lo que piense. Con la ayuda de una regla graduada, rasgue su borrador obteniendo líneas de diez centímetros o cuatro pulgadas de largo y tendrá un poema en versos blancos. Si hace falta, para redondear la medida, añada de vez en cuando algunos ¡ay!, ¡oh!, ¡ah! o, mejor aún, una breve invocación a las Musas. Esta es la receta moderna. Por supuesto que no sé directamente si este es el método que los poetas modernos utilizan. Pero al examinar sus poemas, descubrí que la evidencia interna es concluyente, apuntando siempre a tal método de composición.

11:57 A.M.
Pip, heterónimo Pessoano del cual surgiera posteriormente el doctor Pancracio, concibió en 1902 “Los ratones”, que puede considerarse como el primero, o uno de los primeros, poemas ecológicos:

Viviam sempre contentes,
No seu buraco mettidos,
Quatro ratinhos valentes,
Quatro ratos destemidos.

Despertaram certo dia
Com vontade de comer,
E logo á mercearia
Dirigiram‑se a correr.

O primeiro, o mais ladino,
A uma salsicha saltou,
E um bocado pequenino
D’essa salsicha papou.

Eu choro do rato a sina,
Que a tal salsicha matou,
Por causa da anilina
Com que alguem a colorou.

O segundo, coitadinho,
Á farinha se deitou,
E comeu um bocadinho;
Um bocadinho bastou.

Após comer a farinha
Teve elle a mesma sorte,
Pois o alumen que ella tinha
Conduziu‑o assim á morte.

O terceiro, p’ra seu mal,
Gotas de leite sorveu,
Mas o leite tinha cal;
Foi por isto que elle morreu.

O quarto, desconsolado,
A negra morte buscou,
E julgou tel‑a encontrado,
Quando veneno encontrou.

E sorvendo sublimado,
Enquanto este gastava,
(Agora invejo‑lhe o fado),
O feliz rato engordava.

É só cá n’este terreno,
Que caso assim é passado –
Até o proprio veneno
Já fôra falsificado!
(Extraído del libro 136 pessoas de Pessoa, de Jerónimo Pizarro y Patricio Ferrari)

Permítaseme traducir este poema al español, con su métrica y su rima:

Vivían siempre contentos,
en un buraco metidos,
cuatro ratoncitos fuertes,
valientes y decididos.

Despertaron cierto día
con voluntad de comer,
y al ver un supermercado
comenzaron a correr.

El primero, el más ladino,
a una salchicha saltó,
y un bocado pequeñito
de esa salchicha comió.

Yo lloro por su destino:
la salchicha lo mató
 por causa de la anilina
con que alguien la coloreó.

El segundo, más humilde,
en la harina se acostó
y comió solo un bocado;
solo un bocado bastó.

Después de comer la harina
corrió con la misma suerte:
el alumbre que tenía
lo condujo hacia la muerte.

El tercero, por desgracia,
gotas de leche sorbió.
La leche tenía cal,
fue por eso que murió.

El cuarto, desconsolado,
la negra muerte buscó,
y juzgó haberla encontrado
cuando veneno encontró.

Y sorbiendo y suponiendo
que con él se suicidaba,
ahora le envidio el destino:
el ratoncillo engordaba.

Es solo aquí en esta tierra
que un caso así ha pasado,
¡porque hasta el propio veneno
ya ha sido falsificado!

Será porque Pessoa tenía solo trece años cuando escribió este poema, pero creo que se lo mejoré.

11:54 P.M.
Los escritores, por lo general, tienen buena labia. Sería normal que quien se solaza creando frases escritas guste también de crearlas profusamente con la lengua. No era este, sin embargo, el caso de Pessoa. “Era una persona callada, la más silenciosa del grupo. Él era un auditivo”, dijo su amigo Almada Negreiros, y Fernando Da Costa confirma: “Conversábamos bastante, es decir, yo era el que hablaba, él estaba casi siempre callado” (citados en CF, p. 100). Da Costa agrega otro dato: “No tenía ninguna gracia”. Callado y sin gracia: mi propio nombre y mi propio apellido[2].


[1] La rima no es absolutamente indispensable, el ritmo sí. Según Antonio Colinas, “el lenguaje poético se distingue, sobre todo, del que no lo es —el poema verdadero del poema falso— por su ritmo. Esta es la condición imprescindible del verso, del microcosmo poético: a un verso lo podemos desproveer de su rima y medida, de su mensaje y de sus imágenes, pero no podemos quitarle su ritmo, su música. Y aquí es donde tenemos que desechar [...] todos aquellos versos «libres» que solo lo son en apariencia” (El sentido primero de la palabra poética, p. 140).
[2] Ángel Crespo discrepa. Según este biógrafo, Pessoa “tuvo fama de agudo, y en ocasiones inquietante, conversador” (Con Fernando Pessoa, p. 22).

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