Uno
de los escritores favoritos de Wittgenstein era Charles Dickens. En Dickens,
“Wittgenstein hallaba a un escritor inglés al que podía respetar por su «buen
arte universal», en el sentido tolstoiano de que su arte es inteligible para
cualquiera, y que se adhiere a las virtudes cristianas” (RM, p. 513). Tolstoi había
recomendado, en su ensayo ¿Qué es el
arte?, la simplicidad máxima como regla fundamental de expresión con el
objetivo de que el arte se masifique y pueda conmover tanto a los cultos como a
los escasamente letrados. Wittgenstein estaba de acuerdo con su admirado
Tolstoi en lo referente a las producciones literarias, pero en el terreno
filosófico sus opiniones se le oponían antitéticamente. Sus escritos, y en
especial su Tractatus, resultan
incomprensibles para la gran mayoría de la gente y solo pueden disfrutarlos
aquellos que poseen extensos y profundos conocimientos de lógica y lógica
matemática (incluso muchos avezados lógicos no los entendían plenamente, como
era el caso de Russell y Frege, según ya hemos visto).
La
lucha de Tolstoi contra el elitismo cultural es lucha sagrada, y yo soy su
soldado incondicional. Wittgenstein, tal como le sucedió al estallar la Segunda
Guerra Mundial, tenía sus simpatías divididas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario