La azidothimidina (AZT) sigue siendo el
medicamento preferido [...]. Recientemente se ha reducido a la mitad la
posología media aconsejada, cosa que evidentemente reduce el precio del
tratamiento y al parecer disminuye los efectos tóxicos sin alterar los efectos
terapéuticos. [...] Se espera que la toma regular de ese medicamento ejerza una
influencia benéfica sobre la evolución de la infección en los seropositivos.
Mirko Grmek, Historia del sida (1990), prefacio
Un
médico que no quiso identificarse le escribió estas palabras a Luis Campos en
el 2009:
Soy médico y me gustaría aportar la
siguiente evidencia. Hace aproximadamente 10 años atendí profesionalmente a 12
pacientes diagnosticados de sida. Independientemente de si realmente existe el
virus o no, de si realmente tiene capacidad infectiva o no, de si cumple los
postulados de la virología o no, de si se trata de una mutación de retrovirus
inofensivos o no, de si es un arma biológica con intención “genocida” o no, de
si está relacionado con los experimentos de la vacuna de la polio cultivada en
riñón de mono contaminado llevados a cabo en África o no, etc, etc…. de lo que
sí puedo dar fe, (y esta es la evidencia que deseo aportar) es que los pacientes que tomaron AZT (porque no
aceptaron nuestro consejo) están todos
muertos, y los que no lo tomaron
están todos vivos y “sanos” (citado por Luis Campos en La macroestafa del sida, p 33-4).
Diez
años pasaron, y hoy existe consenso respecto de que el AZT era más dañino que
benéfico para la salud de los enfermos de sida[1].
¿Se repetirá la misma historia en el 2029 con los antirretrovirales que se
recetan hoy en día?
[1] El consenso no es general. Robert Gallo, en
el 2006, lo seguía defendiendo: “Los investigadores y clínicos del SIDA no
afirman que el AZT es un medicamento perfecto; indudablemente puede y
causa efectos secundarios. Como con la mayoría de los medicamentos
utilizados para tratar, por ejemplo, el cáncer, el índice terapéutico para el
AZT es menos que ideal, pero los peligros de no tratar la infección por VIH
superan con creces los riesgos de hacerlo. AZT, por lo tanto, sigue siendo
un fármaco muy útil para la terapia del VIH” (Robert Gallo y otros, “Errores en el artículo de
Celia Farber de marzo de 2006 en la revista Harper”, artículo disponible en
internet).
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