Hay
mucha gente que muere por causa del sida, pero la mayoría no muere por la
enfermedad misma sino por la idea que se hicieron de ella: “Los suicidios del
sida sobrepasan a las muertes en más de 100.000, según datos del CDC (Centro de
Control y Prevención de Enfermedades) en EE.UU de 1981 a 1998. Algo insólito en
la historia de las enfermedades humanas” (Luis Campos, La macroestafa del sida, p. 24). Y entre estos suicidas, gran
cantidad no son enfermos de sida, sino simples portadores de HIV, por lo que
resulta improbable que pudiesen desarrollar en el futuro la enfermedad. De
estos crímenes tendrá que dar cuenta alguna vez el aparato científico, que
magnificó una patología rara de tal manera que creó una vorágine de
desesperación en los seropositivos, desesperación injustificada la mayoría de
las veces[1].
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domingo, 20 de octubre de 2019
El sida y los suicidas
[1]
A la lista de los que mueren por causa del (miedo al) sida, hay que agregar a
los medicados. Según afirma una especialista en modelos matemáticos de
infección por HIV, “la causa principal de muerte de
los VIH-positivos durante los últimos años ha sido el fallo hepático, que de
ninguna manera es una enfermedad incluida en la definición de SIDA sino un
conocido efecto colateral de los inhibidores de la proteasa, que personas
asintomáticas toman en dosis masivas diarias durante años” (Rebecca Culshaw, “¿Por qué
abandoné la teoría del VIH como causa del SIDA?”, Artículo
disponible en internet). De ser correcto este dato, se
puede afirmar con bastante certeza que los antirretrovirales constituyen una
mayor amenaza que la enfermedad misma.
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