Su marido, John Heckler, se divorció de ella […] porque decía que se le había
subido la vanidad y la política a la cabeza.
[…] El columnista Jack Anderson la definió como: “La que caminaría una
milla por una cámara”.
Luis Campos, La macroestafa del sida
La impostura del VIH como causante del sida fue, más
que científica, una impostura política:
La causa “probable del sida” (sic) fue presentada en una multitudinaria
rueda de prensa antes que en una publicación científica en el fatídico
día de gracia del 23 de abril de 1984. “Hoy añadimos otro milagro al gran
libro de honor de la medicina y la ciencia americana –anunció una pletórica
Margaret Heckler, Secretaria de Salud de los EE.UU. en la presentación mundial
del hallazgo del Dr. Gallo–. El descubrimiento de hoy representa el triunfo de
la ciencia sobre una tremenda enfermedad.” [...] “La PROBABLE causa del sida ha sido encontrada. Se trata de una
variante de un conocido virus [...]. Tenemos un nuevo test de sangre que estará
disponible en seis meses. Hemos
presentado la patente hoy mismo... Con el test de sangre podemos
identificar a las víctimas del sida esencialmente en un 100% de certidumbre”.
[...] Una burócrata republicana y ultraconservadora
[...], abogada y no científica, fue la primera en aceptar y difundir la
“probable” hipótesis oficial del sida. Sin haber sido previamente reconocidas
en publicaciones científicas, dio cobertura a todas las ideas del Dr. Gallo,
presentándolo como un triunfo político del presidente Reagan y de la sanidad
estadounidense (Luis Campos, La
macroestafa del sida, pp. 64, 65, 70 y 71).
Así
como se había presentado, quince años antes, la llegada del hombre a la luna
como un triunfo norteamericano por sobre los rusos, también se presentó el
hallazgo del virus HIV como un triunfo de la ciencia norteamericana por sobre
la europea (había que apurarse porque el francés Luc Montagnier aseguraba haber
descubierto este virus con anterioridad). Y todo sin ninguna prueba fehaciente
que corrobore, al menos parcialmente, la hipótesis. Así juegan los estados con
la salud de la gente. Y si bien no me consta que, como algunos afirman, sea
cierto eso de que en realidad ningún astronauta pisó jamás la luna, sí estoy
persuadido de que el virus HIV, si es que existe, no es el causante del sida ni
de ninguna enfermedad complicada. Todo el asunto me huele a mentira
gubernamental pergeñada para aumentar reputaciones en materia de adelantos
tecnológicos y, de pasada, hacerse con algunos dólares gracias a las patentes.
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