La filosofía business-like
de Wittgenstein deriva del pragmatismo. El primer gran pragmatista, Charles Peirce, había dicho:
“La esencia de la creencia es el asentamiento de un hábito; y las diferentes
creencias se distinguen por los diferentes modos de acción a que dan lugar” (El hombre, un signo, p. 207). William
James siguió este camino, y Wittgenstein a través de él. Un estudioso del pensador
austríaco cree ver en sus ideas doce características netamente pragmatistas,
entre las cuales figura
la concepción de que las creencias son
disposiciones para actuar y no representaciones mentales de la realidad. […] Para entender un concepto (por
ejemplo, ‘causalidad’, ‘libertad’, ‘voluntad’, etc.), no es necesario recurrir
a experiencias puras, como en la tradición empirista, ni tampoco a intuiciones
inmediatas, como en la tradición racionalista, sino a formas de comportamiento
social asociadas con él (Pablo Quintanilla, “Wittgenstein
y la autonomía de la voluntad”, artículo disponible en internet).
Estas
características pragmatistas, según Quintanilla, se acentuaron en Wittgenstein
en su último libro, Sobre la certeza,
escrito en parte a su regreso de un viaje que hiciera por los Estados Unidos de
América en 1949. Parece que el viaje lo pragmatizó más de la cuenta.
Como
si no fuera difícil entender a Wittgenstein sin tener que cargar con el
pragmatismo…[1]
[1] Según Carlos Cardona, este enfoque de
Quintanilla que relaciona a Wittgenstein con el pragmatismo es tendencioso: “El
intento de hallar visos pragmatistas en la obra de Wittgenstein se apoya en una
estrategia que consiste en evaluar las anotaciones de Wittgenstein por fuera de
los contextos particulares en los que fueron concebidas” (“Salvando a Wittgenstein
de Quintanilla”, artículo disponible en internet).
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