Wittgenstein no creía
en el poder de la palabra cuando el objetivo es mejorar el carácter de las
personas, y este escepticismo no aminoraba si hablaba de sus propios escritos:
Su pesimismo referente a la efectividad
de su obra se relaciona con la convicción de que la manera como vemos las cosas
está determinada no por nuestras creencias filosóficas, sino por nuestra
cultura, por la manera como fuimos educados. Y ante esto, como le dijo una vez
a Karl Britton: «¿Qué puede hacer un hombre solo?» (RM, p. 482).
A mí no me parece que nuestro
entorno cultural sea tan determinante a la hora de moldear nuestro carácter.
Yo, por ejemplo, soy vegetariano y provengo de una familia que comía carne
prácticamente todos los días y de un país en el que el asado de los domingos es
una liturgia. La cultura que me rodeaba quería que yo fuese carnívoro, pero los
libros que he leído, la palabra escrita, me convencieron de lo contrario. No
hay que menospreciar el poder de la palabra y de las convicciones filosóficas a
la hora de alterar nuestro comportamiento y de mejorar (o empeorar) nuestro
carácter.
No hay comentarios:
Publicar un comentario