Un
ejemplo de juicio de valor no expresado como gusto personal:
Si es
verdad, como creo, que la música de Mahler no tiene valor,
entonces se plantea la pregunta de lo que él debió haber hecho con su talento
según mi opinión, Pues es evidente que para hacer esta mala música se necesita una
serie de talentos muy raros. ¿Debió, por ejemplo, escribir sus sinfonías y
quemarlas? ¿O debió contenerse y no escribirlas? ¿Debió escribirlas y
ver que no valían nada? Pero ¿cómo podría verlo? Yo lo veo porque puedo
comparar su música con la de los grandes compositores (Aforismos, § 389).
Compara la música de Mahler con la de los “grandes
compositores”, de manera que lo juzga como un compositor que no pertenece a ese
grupo selecto. ¿Y por qué lo juzga así, con qué criterios? No habla en primera
persona, no dice “a mí no me gusta su música”, sino que afirma directamente que
su música es mala, que no tiene valor.
También se pone en el
papel de un crítico cinematográfico: “La película norteamericana [...] puede
ser aleccionadora. La película inglesa, imbécil y nada ingenua, no puede ser
aleccionadora” (Observaciones, p.
104). Esto de que las películas inglesas, así, en general, no pueden ser
“aleccionadoras”, es, además de un juicio de valor no expresado en primera
persona, una burrada.
Por último, nos da su
opinión sobre uno de los pecados capitales: “… Se trata naturalmente de la envidia. Y quien la siente debiera
decirse siempre: «¡Es un error! ¡Es un error!»” (Observaciones, p. 105). Decir que la envidia es un error es lo
mismo que decir que es mala: se trata de un juicio de valor ético de carácter
universal. Mayor contradicción a sus postulados
antiaxiológicos no podría existir.
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