Rush
Rhees escribió la siguiente anécdota:
Uno o
dos meses antes de la entrada de los nazis a Praga, en 1939, un diario de
refugiados alemanes publicó, en dos páginas opuestas, de un lado una
declaración de Benés en la que afirmaba lo que es esencial en un régimen
liberal que respete a los individuos y del otro un extracto del Mein Kampf de
Hitler sobre la exigencia de brutalidad y de Realpolitik. Esa página
doble pretendía rendir homenaje a Benés. Me pareció bien hecha y se la mostré a
Wittgenstein. Luego de leerla, hizo una pausa, después, bajando la cabeza y
mostrando con el dedo la página de Mein Kampf y hizo la siguiente
reflexión: “Y aun así, este lado es mucho más business-like que el otro”
(citado por Jacques Bouveresse en Wittgenstein,
p. 83).
A lo que se refería
con el término business-like, lo
explica el propio Wittgenstein mediante un párrafo que aparece en la página 76
del libro de Bouveresse: “Sé que mi método es el correcto. Mi padre era un
hombre de negocios y yo soy un hombre de negocios; quiero que mi filosofía sea business-like, que haga algo, que arregle
alguna cosa”. Wittgenstein no era nazi, pero en cierta forma admiraba al
nazismo por su capacidad de hacer, en contraste con los métodos democráticos,
que (en 1939) parecían inapropiados y débiles para detener a Hitler. Hitler
hacía, las democracias no; la filosofía de Wittgenstein hacía, la filosofía
tradicional no. Y sin embargo, a la larga Hitler no hizo nada, su imperio se
desmoronó en una década, mientras que las democracias todavía persisten. Y si
hablamos de filosofía, la de Wittgenstein ya no hace nada, nada revoluciona,
mientras que la tradición filosófica, luego del castañazo de Wittgenstein y de
los positivistas, lentamente se recuperará y hará mucho por las sociedades que
la cobijen, aunque dudo que eso que haga pueda ser llamado como business-like.
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