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domingo, 28 de julio de 2019

La relación directa entre la sensualidad y el pensamiento


Medio siglo antes de que Wittgenstein naciera, un médico y antropólogo francés plasmaba por escrito estos pensamientos:

Observando los antiguos filósofos en cuánto grado la evacuación excesiva del esperma debilitaba el órgano cerebral, lo llamaban stilla cerebri, flujo del cerebro. [...] Parece que la misma inteligencia que organiza y vivifica el embrión por el esperma puede, conservándose, acumularse en nuestro propio sistema de sensibilidad y dotar al cerebro del más alto grado de tensión. Absteniéndonos de la generación corporal, nos hacemos más capaces de la generación intelectual, tenemos más genio interior (ingenium) y por la misma razón los hombres de genio son menos capaces de engendrar físicamente [...]. Newton murió virgen, lo mismo que W. Pitt, según se afirma. Kant aborrecía a las mujeres; y algunos grandes hombres de la antigüedad, como observa Bacon, fueron muy poco dados a las voluptuosidades. [...] Si es verdad que las pasiones fuertes, exaltando la imaginación, dan alas al pensamiento y transportan el alma a esas sublimes regiones desde donde contempla el universo en éxtasis y se lanza a la inmortalidad, el único medio de obtener este potente impulso estriba en no saciar las voluptuosidades, en tender más y más los resortes de la continencia o de la resistencia (Julien-Joseph Virey, La mujer bajo los puntos de vista fisiológico, moral y literario, pp. 244 a 248).

No fue Virey el primer intelectual en afirmar cosas como estas, pero luego de él, el rumor, o la información científica, o lo que sea que fueren estos comentarios, se expandió por toda Europa, y se hizo moneda corriente suponer que si uno se abstenía de tener relaciones sexuales o de eyacular, el cerebro se fortalecía. A comienzos del siglo XX, Otto Weininger tomó la posta de estas ideas, y a través de él llegaron hasta Wittgenstein. Así, el pensador vienés se lamentaba por duplicado cada vez que una efusión seminal egresaba de su anatomía: era un pecado contra Dios y a la vez disminuía su inteligencia y su espiritualidad. El problema es que este dogma, el de la transmutación del semen acumulado en espiritualidad e inteligencia, probablemente sea falso.
Wittgenstein tuvo altibajos en cuanto a sus períodos de creatividad intelectual. Uno de sus picos ocurrió en plena guerra, en setiembre de 1914, a bordo de un barco en donde su función era manejar el reflector por la noche. En esas semanas, ayudado por el silencio nocturno, concibió Wittgenstein las primeras líneas del Tractatus. Su mente se adentraba en los laberintos de la lógica y de la matemática con pasmosa facilidad. Y sin embargo, para su sorpresa,

coincidiendo con su renovada capacidad para trabajar en lógica, sintió una revitalización de su sensualidad [...]: «Me siento más sensual que antes. Hoy me he vuelto a masturbar.» Dos días antes anotó que se había masturbado por primera vez en tres semanas, no habiendo sentido hasta entonces deseo sexual alguno. Las ocasiones en que se masturbó —aunque claramente no son objeto de orgullo— no están consignadas con ninguna amonestación hacia sí mismo; están simplemente anotadas, de una manera muy fría, al igual que uno podría hablar de su estado de salud. Lo que parece deducirse de su diario es que su deseo de masturbarse y su capacidad para trabajar eran signos complementarios de que, en un sentido absoluto, estaba vivo. Casi podría decirse que para él la sensualidad y el pensamiento filosófico iban inextricablemente unidos: eran la manifestación física y mental de un estímulo apasionado (RM, p. 122).

“Para él —dice Monk— la sensualidad y el pensamiento filosófico iban inextricablemente unidos”. Y me parece que a mí me sucede lo mismo, que mis deseos sensuales y mis pensamientos filosóficos aparecen en combo, que los unos presagian a los otros. No es que mi sensualidad sea la causa de mi vocación filosófica ni al revés, sino que ambos acontecimientos van de la mano, son como amigos inseparables. Si esto es así, me alegro de haber llegado a los cincuenta años con el mismo desbordamiento erótico que he tenido desde que me masturbaba haciendo caballito en el borde de la cuna.

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