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miércoles, 17 de julio de 2019

La hipótesis del Wittgenstein promiscuo (Segunda parte)


Me masturbé la noche pasada. Remordimientos. Pero también la convicción de que soy demasiado débil para resistir el impulso y la tentación.
Ludwig Wittgenstein, citado por Ray Monk en Ludwig Wittgenstein

La promiscuidad que William Bartley le adjudica a Wittgenstein es tema de gran discusión entre sus biógrafos. Wilhelm Baum, por ejemplo, afirma que las conclusiones de Bartley “no dejan de ser discutibles [...]. Ciertamente Bartley no ha presentado pruebas inequívocas de lo que afirma” (Ludwig Wittgenstein, p. 112). Para Brian McGuinness, este asunto constituye una “hipótesis innecesaria” (Wittgenstein. El joven Ludwig (1889-1921), p. 383, nota). Otro biógrafo más reciente, Ray Monk, es todavía más crítico. Lo acusa poco menos que de inventar al Wittgenstein promiscuo para ganar fama y notoriedad como biógrafo. Ante la pregunta acerca de cómo había llegado a esas conclusiones, había respondido Bartley que en su momento tuvo acceso a los diarios secretos de Wittgenstein, escritos en clave, y que de ahí había extraído una muy buena información respecto de su homosexualidad. Monk lo confronta:

En los textos en clave, Wittgenstein comenta su amor por, primero David Pinsent, luego Francis Skinner, y finalmente Ben Richards [...], y en este sentido «corroboran» su homosexualidad. Pero no corroboran las afirmaciones de Bartley acerca de la homosexualidad de Wittgenstein. Es decir, no dicen ni una palabra de que fuera al Prater a buscar «rudos jóvenes», ni hay nada en ellos que indique que Wittgenstein tuviera un comportamiento promiscuo en ningún momento de su vida. Al leerlos uno tiene la impresión de que era incapaz de tal promiscuidad, pues le incomodaba la menor manifestación del deseo sexual (RM, p. 525)[1].

Bartley se defendió aclarando que los detalles específicos de la promiscuidad de Wittgenstein los tomó de los relatos confidenciales que personalmente le hicieran algunos amigos y conocidos del pensador vienés en la década del 60, cuando comenzó su investigación que luego desembocaría en la polémica biografía. Pero Monk deseaba esclarecer esta cuestión de manera terminante:

Le envié una carta a Bartley y le pregunté directamente [...]; solo dijo que revelar su fuente de información sería traicionar la confianza de alguien, y que no estaba dispuesto a realizar tal deshonestidad (RM., p. 527).

Al no poder corroborar esa información, Monk se quedó con la sospecha de que la historia de la promiscuidad de Wittgenstein es falsa.
Yo tampoco tengo pruebas de que la hipótesis de Bartley sea verdadera. Sin embargo, ahí están las palabras, citadas ayer, que Wittgenstein le envió a Engelmann: “Las cosas me han sido de forma absolutamente miserable últimamente. Sin duda, solo a causa de mi propia bajeza y perversión”. “Mi vida se ha vuelto realmente absurda, pues solo consiste en episodios fútiles. La gente que hay a mi alrededor no lo ha notado y no lo entendería, pero sé que tengo una deficiencia fundamental”. Yo me permito conjeturar --que es algo así como aventurar un juicio sin estar completamente seguro de su veracidad--, y mi conjetura sobre este asunto le da la derecha a Bartley: creo que Wittgenstein, por muy incómodo que se sintiera ante la menor manifestación de deseo sexual, no dejó de sentir este deseo, y las convicciones que despertó en su cabeza el libro de Weininger fueron impotentes para detener su lujuria. Puede que esté equivocado, pero sospecho que no, y esta mi sospecha me es suficiente como para emitir una opinión. No necesito más: soy pensador filosófico, no detective[2].


[1] Este argumento de Monk es muy débil, porque son justamente las personas a quienes les incomodan las manifestaciones del deseo sexual las que tienden a desarrollar su sexualidad a partir de encuentros subrepticios (como las hipotéticas escapadas al Prater, con las que se aseguraba que nadie de su entorno social y universitario lo pudiera observar) o de solitarias masturbaciones (como era el caso de Wittgenstein, que al parecer se masturbaba con cierta frecuencia, tanto en su juventud como en su adultez, según detalla Monk en su libro, pp. 122, 130 y 351).
[2] El único biógrafo reconocido que más o menos acepta, aunque con recelo, la explicación de Bartley, es el francés Jacques Bouveresse: “La austeridad y el ascetismo que Wittgenstein hacía patentes podrían haber sido precisamente reacciones de defensa exacerbadas (y en parte eficaces) contra tentaciones sexuales extremadamente fuertes. Lo que es interesante de la hipótesis de Bartley [...] es que arroja una nueva luz [...] a ciertos aspectos depresivos y suicidas de la personalidad de Wittgenstein, y en especial la crisis moral muy grave por la que pasó en los años 1919-1920” (Wittgenstein, p. 63).

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