Me masturbé la noche
pasada. Remordimientos. Pero también la convicción de que soy demasiado débil
para resistir el impulso y la tentación.
Ludwig Wittgenstein, citado por Ray Monk en Ludwig Wittgenstein
La promiscuidad que
William Bartley le adjudica a Wittgenstein es tema de gran discusión entre sus
biógrafos. Wilhelm Baum, por ejemplo, afirma que las conclusiones de Bartley
“no dejan de ser discutibles [...]. Ciertamente Bartley no ha presentado
pruebas inequívocas de lo que afirma” (Ludwig
Wittgenstein, p. 112). Para Brian McGuinness, este asunto constituye una
“hipótesis innecesaria” (Wittgenstein. El
joven Ludwig (1889-1921), p. 383, nota). Otro biógrafo más reciente, Ray Monk, es
todavía más crítico. Lo acusa poco menos que de inventar al Wittgenstein
promiscuo para ganar fama y notoriedad como biógrafo. Ante la pregunta acerca
de cómo había llegado a esas conclusiones, había respondido Bartley que en su
momento tuvo acceso a los diarios secretos de Wittgenstein, escritos en clave,
y que de ahí había extraído una muy buena información respecto de su
homosexualidad. Monk lo confronta:
En los textos en clave, Wittgenstein comenta
su amor por, primero David Pinsent, luego Francis Skinner, y finalmente Ben
Richards [...], y en este sentido «corroboran» su homosexualidad. Pero no
corroboran las afirmaciones de Bartley acerca de la homosexualidad de
Wittgenstein. Es decir, no dicen ni una palabra de que fuera al Prater a buscar
«rudos jóvenes», ni hay nada en ellos que indique que Wittgenstein tuviera un
comportamiento promiscuo en ningún momento de su vida. Al leerlos uno tiene la
impresión de que era incapaz de tal promiscuidad, pues le incomodaba la menor
manifestación del deseo sexual (RM, p. 525)[1].
Bartley se defendió aclarando que los detalles
específicos de la promiscuidad de Wittgenstein los tomó de
los relatos confidenciales que personalmente le hicieran algunos amigos y
conocidos del pensador vienés en la década del 60, cuando comenzó su
investigación que luego desembocaría en la polémica biografía. Pero Monk
deseaba esclarecer esta cuestión de manera terminante:
Le envié una carta
a Bartley y le pregunté directamente [...]; solo dijo que revelar su fuente de
información sería traicionar la confianza de alguien, y que no estaba dispuesto
a realizar tal deshonestidad (RM., p. 527).
Al
no poder corroborar esa información, Monk se quedó con la sospecha de que la historia
de la promiscuidad de Wittgenstein es falsa.
Yo tampoco tengo pruebas de que la hipótesis de
Bartley sea verdadera. Sin embargo, ahí están las palabras, citadas ayer, que
Wittgenstein le envió a Engelmann: “Las cosas me han sido de forma absolutamente
miserable últimamente. Sin duda, solo a causa de mi propia bajeza y
perversión”. “Mi vida se ha vuelto realmente absurda, pues
solo consiste en episodios fútiles. La gente que hay a mi alrededor no lo ha
notado y no lo entendería, pero sé que tengo una deficiencia fundamental”. Yo
me permito conjeturar --que es algo así como aventurar un juicio sin estar
completamente seguro de su veracidad--, y mi conjetura sobre este asunto le da la
derecha a Bartley: creo que Wittgenstein, por muy incómodo que se sintiera ante
la menor manifestación de deseo sexual, no dejó de sentir este deseo, y las
convicciones que despertó en su cabeza el libro de Weininger fueron impotentes
para detener su lujuria. Puede que esté equivocado, pero sospecho que no, y
esta mi sospecha me es suficiente como para emitir una opinión. No necesito
más: soy pensador filosófico, no detective[2].
[1] Este
argumento de Monk es muy débil, porque son justamente las personas a quienes
les incomodan las manifestaciones del deseo sexual las que tienden a
desarrollar su sexualidad a partir de encuentros subrepticios (como las
hipotéticas escapadas al Prater, con las que se aseguraba que nadie de su
entorno social y universitario lo pudiera observar) o de solitarias
masturbaciones (como era el caso de Wittgenstein, que al parecer se masturbaba
con cierta frecuencia, tanto en su juventud como en su adultez, según detalla
Monk en su libro, pp. 122, 130 y 351).
[2] El único biógrafo reconocido que más o menos
acepta, aunque con recelo, la explicación de Bartley, es el francés Jacques
Bouveresse: “La austeridad y el ascetismo que Wittgenstein hacía patentes
podrían haber sido precisamente reacciones de defensa exacerbadas (y en parte
eficaces) contra tentaciones sexuales extremadamente fuertes. Lo que es
interesante de la hipótesis de Bartley [...] es que arroja una nueva luz [...]
a ciertos aspectos depresivos y suicidas de la personalidad de Wittgenstein, y
en especial la crisis moral muy grave por la que pasó en los años 1919-1920” (Wittgenstein, p. 63).
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