Esto escribió
Wittgenstein a su amigo Engelmann el 21 de enero de 1920:
Me encuentro en un estado de ánimo que
me resulta terrible. Ya he pasado por él en varias ocasiones: es un estado de no
ser capaz de superar un hecho particular. Es un estado lamentable, lo sé.
Pero a mi modo de ver solo hay un remedio, y naturalmente es el de aceptar ese
hecho. [...]
¡Naturalmente,
todo se reduce al hecho de que no tengo fe! (citado en RM, p. 184).
“Por
desgracia —comenta Monk—, no hay manera posible de saber de qué hecho está
hablando”. No hay manera de saber,
pero sí hay manera de sospechar que
puede tratarse de su gran conflicto interior: del hecho de ser un homosexual promiscuo y al mismo tiempo suponer que la promiscuidad homosexual es un pecado imperdonable.
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