La profesora Elizabeth Anscombe, albacea literaria de Wittgenstein, tenía tanto miedo
de que se hablara de la homosexualidad de su maestro que llegó a escribir: “Si
apretando un botón pudiera haberme asegurado de que la gente no iba a
interesarse por su vida personal, habría apretado ese botón” (carta a Paul Engelmann, citada en RM, p. 524). El problema es que sin conocer los detalles
de la vida personal de un pensador, difícilmente podamos asimilar sus ideas y
rastrear su origen. El paquete tiene que venderse completo. Su biografía
pormenorizada cumple un papel gnoseológico.
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