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martes, 27 de agosto de 2019

Las confesiones de Wittgenstein



… Se comprenderá ahora por qué tan solo los hombres superiores llegan a escribir los recuerdos de su vida (dejando natural­mente aparte los casos en que esto ocurre por vanidad, ambición o espíritu de imitación) […]. No todos los hombres geniales llegan a escribir su autobiografía, pues para ello son necesarias condiciones psicológicas especiales que asientan muy profundamente; pero, por el contrario, la redacción de una autobiografía completa, cuando responde a una necesidad espiri­tual, es siempre un signo de capacidad superior.
Otto Weininger, Sexo y carácter

El 28 de diciembre de 1929 escribió Wittgenstein en su diario:

El espíritu en el que uno puede escribir la verdad acerca de sí mismo puede tener las formas más variadas; de la más decente a la más indecente. Y según el que tome, puede ser muy deseable o muy erróneo escribir acerca de ello. De hecho, entre las verdaderas autobiografías que uno podría escribir hay toda una gradación que va de lo más elevado a lo más bajo. Yo, por ejemplo, no puedo escribir mi autobiografía en un plano más elevado que aquel en que existo. Y por el mismísimo hecho de escribirla no me vuelvo necesariamente superior; puede que incluso me vuelva más sucio de lo que era antes. Algo en mi interior habla en favor de que escriba mi autobiografía, y de hecho me gustaría tener algún tiempo para desplegar mi vida, a fin de tenerla claramente ante mí, y también ante los demás. No tanto para someterla a juicio como para, en cualquier caso, producir claridad y verdad (citado en RM, p. 266).

Durante los dos o tres años siguientes tuvo siempre en la cabeza la idea de comenzar esta autobiografía, al estilo de las Confesiones de San Agustín, que tanto habían influido en él. Sin embargo, esta producción de verdad y claridad que un pensador que desea pasar a la posteridad tiene la obligación de entregar a quienes tratarán de comprenderlo, nunca fue realizada, de manera que solo podemos enterarnos de los detalles íntimos de su vida a través de sus biógrafos, que como hemos visto, discrepan unos con otros. Hemos perdido la oportunidad de conocer al verdadero Wittgenstein de primera mano, y todo eso porque no ha tenido el valor intelectual de mostrarse tal cual era.
Sus apuntes de valor autobiográfico “deben ser todos quemados”, le ordenó a Russell cuando era más joven. Ya de adulto se propuso, en lugar de quemar, analizar las cenizas de lo quemado, pero todo quedó nada más que en intenciones. Habrá supuesto que tenía otros asuntos más importantes que tratar. ¿Te imaginas tú lector con qué interés leeríamos ahora la autobiografía de Wittgenstein si hubiese tenido “tiempo” para escribirla sin ocultar ningún detalle de su vida privada? Pero claro, los que ahora lo adoran como un semidiós de la filosofía, que todavía son bastantes, seguramente se habrían sentido decepcionados al cerrar el libro[1].


[1] Hacia el final de su vida, retornó la piromanía: “Las notas que cubren el período de 1918-28 [la época de mayor actividad sexual de Wittgenstein] se han perdido. Se sabe que varios de sus apuntes fueron destruidos por orden expresa de Wittgenstein en 1950” (WB, p. 200). También desaparecieron las cartas que Wittgenstein le escribió a Skinner y que aquel recuperó luego del fallecimiento de su amante (cf. RM, p. 309).

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