El Círculo de Viena se formó a la sombra del Tractatus. Su fundador, Moritz Schlick, tenía muy buena relación con
Wittgenstein y animó al resto del grupo a que considerara aquel libro como la
fuente primaria de inspiración de lo que se llamaría luego el positivismo
lógico. Pero los integrantes del Círculo no habían interpretado bien a
Wittgenstein, y solo comprendieron su error cuando lo tuvieron frente a frente.
Rudolf Carnap dejó por escrito la impresión que le causó Wittgenstein al
conocerlo personalmente y lo errados que habían estado al emparejar ambas
filosofías:
Cuando leímos el libro de Wittgenstein en el
Círculo, yo había creído erróneamente que su actitud hacia la metafísica era
similar a la nuestra. No había prestado la suficiente atención a las
afirmaciones sobre la mística que hay en el libro, porque sus sentimientos y
pensamientos en ese campo eran demasiado divergentes de los míos. Solo el
contacto personal con él me ayudó a ver más claramente su actitud en ese punto.
Su punto de vista en
relación a los problemas teóricos, continúa diciendo Carnap, se parecía más al de
un artista que al de un científico;
y podría decirse que parecido al de un profeta
religioso o un vidente. [...] A veces tenía la impresión de que la actitud
deliberadamente racional y no emocional de los científicos, y, del mismo modo,
cualquier idea que oliera a «ilustración», a Wittgenstein le resultaba
repugnante (citado en RM, pp. 233-4).
Que Carnap y sus amigos
se hayan confundido respecto de las verdaderas intenciones de Wittgenstein al
escribir su Tractatus no habla tan
mal, en mi opinión, de los integrantes del Círculo de Viena, sino que la
responsabilidad de la confusión recae casi totalmente en el libro, que no era
para nada claro, como ya hemos visto, tanto en su lenguaje explícito como en
sus intenciones subyacentes[1].
Me parece bien que Wittgenstein no aceptara ser parte de ese Círculo, que
despreciaba la metafísica y que tenía por tontos a quienes se interesaban en
estas cuestiones; pero amén de esto, hay que decir que así como Nietzsche, si
hubiese vivido lo suficiente, no habría prestado su total consentimiento a lo
que la filosofía nacionalsocialista proponía, pese a que esta filosofía, con
justa razón, ha utilizado como apoyo y como basamento a muchas de sus
afirmaciones, así también la filosofía del Círculo de Viena nació, creció y se
desarrolló gracias a las afirmaciones de Wittgenstein por más Wittgenstein no
estuviera para nada de acuerdo con el nudo central de la propuesta del Círculo
de Viena. Así como Nietzsche fue el preanunciador del nazismo, y con perfecta
lógica, porque muchas de sus afirmaciones son compatibles con aquel movimiento,
así también Wittgenstein fue el preanunciador del positivismo lógico y de la
antimetafísica que conlleva, porque su Tractatus
tira para ese lado, aunque su autor lo niegue.
[1] Colaboró también a
que se malinterpretaran los objetivos principales de la filosofía de
Wittgenstein el atraso en la edición de algunas de sus obras: “Aquellos
textos que evidenciaban más notoriamente la
importancia de lo místico, la voluntad y los valores en el pensamiento de Wittgenstein fueron dados a conocer
tardíamente. Es así como los manuscritos
denominados como Notebooks 1914-1916 (Diario filosófico 1914-1916) fueron publicados
recién en 1961, la Conferencia de ética
apareció en la Philosophical Review, en 1965, y también la famosa carta a Ludwig von Ficker, en la que se declara el
sentido ético del Tractatus, vino a
conocerse a fines de la década de los sesenta” (Horacio Luján Martínez,
“Alcance y pertinencia de las lecturas éticas del Tractatus de Wittgenstein”, artículo disponible en internet). Este
retraso en la publicación de las obras más humanísticas o intimistas de
Wittgenstein fue motivado, según otro investigador, por oscuros intereses:
“Hasta principios de los años 90, la recepción oficial del pensamiento de
Wittgenstein siguió el criterio editorial impuesto por sus albaceas literarios
(G.H. von Wright, E. Anscombe y R. Rhees). Una actitud excesivamente protectora
y exageradamente mezquina por parte de estos [...] mantuvo ocultos algunos de
los escritos personales de Wittgenstein a los investigadores y público en
general, y contribuyó a fomentar una imagen monolítica de nuestro filósofo
vinculada, en lo filosófico, exclusivamente a la tradición analítica [...] y
continuada por los positivistas lógicos. Una imagen que, según se ha ido viendo
con posterioridad, dista mucho de ser completa, cuando no exacta. La aparición
continuada de escritos de toda índole (manuscritos, cartas, diarios, etc.)
[...] ha contribuido para que la imagen que tenemos hoy en día de Wittgenstein
sea una imagen más completa que la sesgada y trasnochada imagen oficial” (David
Pérez Chico, “Los Diarios secretos de
Wittgenstein. Una lectura perfeccionista”, artículo disponible en internet).
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