Opinaba Wittgenstein que no
había judíos, o los había escasísimos, entre los genios del pensamiento:
Entre los judíos, el
«genio» se encuentra solo en el hombre bendito. Incluso los más grandes
pensadores judíos solo tienen talento. (Yo mismo, por ejemplo.) Creo que hay cierta
verdad en mi idea de que solo pienso de manera reproductora. No creo haber inventado
ni una línea de pensamiento. Siempre me he apoderado de lo de los demás.
Simplemente me he valido de ello para mi trabajo de clarificación. Así es como
Boltzmann, Hertz, Schopenhauer, Frege, Russell, Kraus, Loos, Weininger,
Spengler, Sraffa, me han influido. [...] Podría decirse (de manera
errónea o acertada) que la mente judía no posee la capacidad de producir ni una
menuda flor ni una diminuta brizna de hierba de las que han fructificado en el
suelo de otra mente, pero sí de mostrarlas dentro de un contexto más amplio. No
estamos señalando ningún defecto cuando decimos esto, y no hay nada malo en
ello, siempre y cuando lo que se haga no se preste a malentendidos. El peligro solo
existe cuando la naturaleza de una obra judía se confunde con la de una no
judía, especialmente cuando el autor de la obra judía cae él mismo dentro de
esa confusión, cosa que puede ocurrir fácilmente. (¿Acaso no parece tan
orgulloso como si hubiera producido la leche él mismo?) (Aforismos, pp. 57-8).
Si esta descripción es verídica, tengo que
admitir que mi cerebro trabaja de muy parecida manera que como trabajaba el
cerebro de Wittgenstein: siempre me he apoderado de los demás. Mi enorme nariz
parece más bien romana, pero ¿no seré descendiente de judíos?
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