¿Fue la filosofía de
Wittgenstein —se pregunta Isidoro Reguera— “una de las más grandes, si no la
más, del siglo XX?” (El feliz absurdo de
la ética, p. 54). Tácitamente responde que sí; yo respondo que no, que una
filosofía que niega jurisdicción a los problemas más acuciantes de la filosofía
no es una gran filosofía. Comparada, por ejemplo, con la filosofía de otro
pensador del siglo XX, Max Scheler, que escribía principalmente sobre la ética,
a veces bien, a veces no tanto, pero siempre ingresando a ese pantanoso terreno
con esas humildes chancletas con las que todos contamos y que nos auspician
monumentales resbalones; comparada, decía, la filosofía de Wittgenstein con la
de Scheler, queda tan pequeña que a veces ni filosofía parece.
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