En 1898, hablando de la importancia de
la educación del trabajador industrial y rural, el viejo Wittgenstein había
escrito: “El campesino sin educar, que nada ha aprendido y nada ha enseñado a
sus hijos [...] es el punto de partida y el mayor apoyo a todos los esfuerzos
que, en parte conscientemente y en parte inconscientemente, impiden todo
progreso”. Difícilmente podía haber sospechado Karl Wittgenstein que su hijo
Ludwig, que entonces solo tenía nueve años, habría de ir al campo con la
intención de educar al campesinado, armado no con la mala opinión de su padre
sobre ellos, sino con la romántica visión de Tolstoi en su mente sobre el noble
siervo.
William Bartley, Wittgenstein
Muy
pocos comprendían los motivos por los cuales Wittgenstein había decidido su
nueva profesión.
Su familia se quedó consternada por los
cambios que vio en él. No podían comprender por qué quería [...] convertirse en
maestro de escuela elemental. ¿Acaso el propio Bertrand Russell no había
reconocido su propio genio filosófico [...]? ¿Por qué deseaba ahora
desperdiciar su genio con personas pobres e ignorantes? Su hermana Hermine
comentó que era como si alguien deseara utilizar un instrumento de precisión
para abrir un cajón (RM, p 170).
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