El
reduccionismo que emplea la ciencia para llegar a una verdad sintética es,
según Wittgenstein, uno de los peores caminos en filosofía:
Los filósofos
tienen constantemente ante los ojos el método de la ciencia y sienten una
tentación irresistible a plantear y a contestar las preguntas del mismo modo
que lo hace la ciencia. Esta tendencia es la verdadera fuente de la metafísica
y lleva al filósofo a la oscuridad más completa. Quiero afirmar en este momento
que nuestra tarea no puede ser nunca reducir algo a algo, o explicar algo. En
realidad, la filosofía es puramente descriptiva (Cuadernos azul y marrón, p. 46).
Wittgenstein amaba el caso particular y desdeñaba la generalidad,
y por eso decía que él no explicaba sino que describía; pero el reduccionismo
no desaparece por más que desaparezcan las explicaciones:
¿no
es toda descripción también una reducción de algo a algo? Es decir, ¿puede uno
describir un fenómeno sin reducir su complejidad, diversidad y flujo a un
conjunto reducido de categorías conceptuales, palabras o expresiones? ¿No opera
así inevitablemente la mente humana? Si no hubiera una dosis de simplificación
en toda explicación y descripción, padeceríamos lo que el borgiano Funes el
memorioso (Pablo Quintanilla, “Wittgenstein y la autonomía de la libertad”,
artículo disponible en internet).
Para describir, lo mismo que para explicar, necesitamos reducir
datos y postulados, y este camino es indispensable tanto en ciencia como en
filosofía. Quien no reduce, quien no generaliza y se queda siempre con los
casos particulares, no hace ni la una ni la otra.
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