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miércoles, 28 de agosto de 2019

Wittgenstein y el psicoanálisis


El sabio seguirá el cinismo, porque es un atajo del camino a la virtud, según Apolodoro en su Moral. Solo él es libre, los hombres vulgares son esclavos.
Diógenes Laercio, Vida y doctrinas de los filósofos más ilustres, VII, 121.

En 1935, cansado, o aburrido, de dar clases en Cambridge, Wittgenstein concibe el proyecto de entrar en la escuela de medicina y estudiar psiquiatría. Esta carrera estaba en aquel entonces muy influenciada por las teorías freudianas, pero a Wittgenstein no le interesaba ese sistema, al menos en calidad de paciente, porque “no deseaba someterse a lo que se suele conocer como técnica analítica. Pensaba que no era justo revelar a un extraño todos los pensamientos propios” (WB, p. 205). Los albaceas literarios de Wittgenstein han tomado buen cuidado de realizar, en lo posible, sus deseos (ver la entrada del 29/4/19).
Esta declaración parece ir en contra de su intención de escribir su autobiografía (ver la entrada de ayer). ¿No implica una autobiografía la revelación de los propios pensamientos a todos los extraños que la lean? Tal vez por este prurito jamás la escribió. Pero me parece que habría sido Wittgenstein más preciso si en vez de decir que revelar a un extraño los propios pensamientos es algo injusto, hubiera dicho que es algo vergonzoso. No se mofa uno de la justicia cuando escribe una autobiografía o un diario íntimo, sino de la propia vergüenza. Para escribir estas piezas literarias hay que ser un poco desvergonzado, un poco sinvergüenza, y Wittgenstein, por desgracia para la literatura y para la filosofía en general, no lo era.

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