Wittgenstein
fue una persona siempre atormentada por complejos de culpa, probablemente
secuelas de la rigidez que les había inculcado el padre y que llevó a sus dos
hermanos mayores al suicidio. […] En este sentido, o por su condición incómoda de judío, o por su
homosexualidad no asumida, o por no llegar nunca al régimen estricto e ideal de
conducta imaginado, o por lo que fuera, se sentía sucio como un cerdo.
Isidoro Reguera, Ludwig
Wittgenstein
Wittgenstein regresó a
Cambridge en 1929 gracias a las gestiones realizadas por uno de sus antiguos
profesores: John Maynard Keynes (el creador del keynesianismo, una de las
doctrinas socioeconómicas más originales del siglo XX). Keynes había sido en su
juventud un homosexual de los más promiscuos[1],
pero luego, al cumplir treinta y cinco años, se casó con una bailarina rusa y
se transformó como por arte de magia en un conformísimo heterosexual. Wittgenstein estaba al tanto de las tendencias homosexuales
de Keynes, a quien había conocido en 1912 cuando ingresó a la Sociedad
de los Apóstoles (ver la entrada del 22/4/19). Y
entonces me pregunto, ¿no habrá sido el intento de Wittgenstein de casarse con
Marguerite un manotazo de ahogado inspirado en el ejemplo de su amigo? Si
Keynes se “curó” de su homosexualidad promiscua casándose con una dama, ¿no
podría curarse Wittgenstein también mediante similar procedimiento? Que
Wittgenstein cargaba una culpa muy grande por ser homosexual es un hecho
bastante reconocido, y seguramente consideraba perversa su inclinación cuando
se alejaba de lo estrictamente platónico, por lo que no es descabellado suponer
que aquella intentona matrimonial tuvo, si no como única meta, al menos como
meta principal, el enfriar su atracción hacia los hombres.
[1] Uno de sus biógrafos afirma que entre 1901 y 1918 tuvo relaciones
sexuales con doscientos hombres distintos (cf. Richard
Davenport-Hines, Universal Man: The Seven Lives of John Maynard Keynes).
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