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martes, 10 de julio de 2018

Fernando Pessoa: ¿vivir de las letras o vivir para las letras?


En agosto de 1907 muere Dionísia, la abuela loca de Pessoa. De resultas de ello recibe una pequeña herencia, que utiliza en su totalidad para comprar una imprenta con la idea de publicar sus propios libros:

A fines de 1907 la imprenta está lista para entrar en funcionamiento, pero parece haberlo hecho por poco tiempo o no llegar siquiera a iniciar su actividad. ¿Qué ocurrió? Los biógrafos tienen que recurrir a las hipótesis. Sin duda, Pessoa no supo hacerse una clientela, ni gestionar su empresa, ni siquiera utilizar las máquinas. Muy pronto renunció a continuar con la experiencia. Arruinado, se ve obligado a buscar otro medio de ganarse la vida.

Sin embargo, este prematuro fracaso (tenía apenas diecinueve años)

no le impedirá en adelante, y de vez en cuando, tener iniciativas intempestivas. Elaborará proyectos imposibles y rechazará buenas ofertas. Se sentirá humillado ante las negativas de empresarios y editores. Sus ocasionales éxitos (las revistas Orpheu y Athena, las ediciones Olisipo) no conseguirán hacerle olvidar su condición de poeta maldito (Robert Bréchon, Extraño extranjero[1], pp. 98 y 99).

Quiso siempre, y jamás lo logró, ganarse el pan con el sudor de sus dedos, esto es, ser un poeta mercenario. Las circunstancias, por fortuna para nosotros, se lo impidieron, porque su producción literaria, una vez echado a rodar el factor económico, habría disminuido en calidad. Inconscientemente, por más que Pessoa no lo hubiese querido, entraría a tallar lo que gusta, lo que vende, en detrimento de la calidad literaria que tal vez, en un principio, no sirve para acrecentar las arcas del que escribe. Lo que otros poetas, más cerebrales, comprenden desde el inicio mismo de su carrera, lo entendió Pessoa a la fuerza. A él le cuadrará perfectamente lo que escribió Juan López Núñez en su Bécquer, biografía anecdótica: “…Y perdido en la dilucidación íntima de su derrotero iba comprendiendo la verdad siniestra de que los poetas no viven de los versos, sino estos de los primeros”.


[1] De aquí en adelante, este libro será citado como RB.

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