Una reflexión de Fernando Pessoa sobre
la fama y sobre quienes la persiguen:
A
veces, cuando pienso en los hombres célebres, siento por ellos toda la tristeza
de la celebridad. La celebridad es una grosería. Por eso debe herir a un alma
delicada. Es una grosería porque estar en evidencia, ser mirado por todos
inflige a una criatura delicada una sensación de parentesco exterior con las
criaturas que arman escándalo en las calles, que gesticulan y hablan alto en
las plazas. El hombre que se vuelve célebre se queda sin vida íntima: se
vuelven de cristal las paredes de su vida doméstica, es siempre como si fuese
excesivo su traje; y aquellas sus mínimas acciones—ridículamente humanas a
veces— que él quisiera invisibles, las coloca en la lente de la celebridad para
espectaculares pequeñeces, con cuya evidencia su alma se arruina o se fastidia.
Se necesita ser demasiado grosero para poder ser célebre por voluntad propia.
Por eso firmaba sus trabajos con seudónimos, para evitar
el calvario que le significa, a un ser sensible, el que reparen en él mientras
camina tranquilamente por las aceras. Pero hay más:
Después, más allá de la grosería, la celebridad es una contradicción. Pareciendo que da valor y fuerza a las criaturas, apenas las desvaloriza y las enflaquece. Un hombre de genio desconocido puede gozar la voluptuosidad suave del contraste entre su oscuridad y su genio; y puede, pensando que sería célebre si quisiera, medir su valor con su mejor medida, que es él mismo. Pero, una vez conocido, no está más en su mano revertir la oscuridad. La celebridad es irreparable. De ella como del tiempo, nadie vuelve atrás o se desdice. Y es por esto que la celebridad es una debilidad también. Todo hombre que merece ser célebre sabe que no vale la pena serlo. Dejarse ser célebre es una debilidad, una concesión a los bajos instintos, femeninos o salvajes, de querer darse en las vistas y en los oídos.
Pienso en esto a veces coloridamente. Y aquella frase de
“hombre de genio desconocido” es el más bello de todos los destinos, se me
vuelve innegable; me parece que ese es no solo el más bello, sino el mayor de
los destinos (diario íntimo de 1915, citado en http://arquivopessoa.net/textos/2207)[1].
“Dejarse ser célebre es una debilidad”. ¿Yo tengo esa
debilidad? Un poco, pero me favorece la circunstancia de no ser leído por
nadie. Sin embargo yo quiero que me lean, busco que me lean, lo que indica,
pese a esconderme también bajo un seudónimo, que busco la celebridad. Por mi
bien, y sobre todo por el bien de mi literatura, espero no encontrarla.
[1] De aquí en adelante, la página portuguesa arquivopessoa.net/textos aparecerá como AP, seguida por el número del texto que se cita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario