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viernes, 13 de julio de 2018

La plegaria de Pessoa


En 1912, contando con veintitrés o veinticuatro años, Fernando Pessoa se siente sucio ante Dios y le pide ayuda para remediarlo:

Dame un alma para servirte y un alma para amarte [...]. Hazme puro como el agua y alto como el cielo. Que no haya lodo en las carreteras de mis pensamientos ni hojas muertas en las lagunas de mis propósitos. Haz que sepa amar a los demás como hermanos y servirte como a un padre. [...] Que mi vida sea digna de tu presencia, que mi cuerpo sea digno de la tierra, que es tu lecho [...]. Señor, protégeme y ayúdame. Haz que me sienta tuyo. Señor, líbrame de mí (AP 4479).

Yo le pedí lo mismo, o casi lo mismo, no a Dios directamente sino a uno de sus colaboradores, al Secretario General del Ministerio de Lujuria y Promiscuidad, a San Benito (ver la entrada del 26/1/10). Contaba en ese entonces con cuarenta y un años. Sin duda, visto y considerando mi presente, se lo pedí demasiado tarde.
Señor, ¡líbrame de mí!

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