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jueves, 12 de julio de 2018

Por qué Pessoa no fue (ni podría haber sido) conferencista


Los escritores podrían dividirse en dos grupos, antagónicos entre sí: los que pronuncian conferencias y los que jamás las pronunciarían, aunque tuviesen la oportunidad. Pessoa estaba entre estos últimos:

No descender nunca a dar conferencias para que no se crea que [...] descendemos hasta el público para hablar con él. Si quiere, que nos lea.
Y es que además el conferenciante parece un actor —una criatura que el buen artista desprecia, un mozo de cuerda del Arte (LDD, § 400).

No digo que los buenos escritores no puedan dar conferencias —Borges las pronunciaba todo el tiempo—, digo que hay dos tipos de buenos escritores, los instalados en la opinión de sus contemporáneos y los que no se instalarán jamás en ese nicho, porque si se instalasen desaparecerían como tales. Fernando Pessoa, frente a un auditorio ansioso de escucharlo, ya no sería el Fernando Pessoa que admiramos. Es muy difícil, como dice Carlos Taibo, “imaginarlo impartiendo conferencias, firmando ejemplares o acudiendo a los estudios de televisión para promocionar la última entrega del Livro do desassossego” (CT, p. 217). No sabemos si tuvo en verdad la oportunidad de dar una conferencia o de firmar un autógrafo; sí sabemos que no lo hizo, sea por voluntad propia o impuesta. Y también sabemos que si hubiese impartido una conferencia (o una lección en una cátedra, da lo mismo), habría traicionado su leyenda de poète maudit, y nosotros, sus discípulos tardíos, le habríamos perdido un poco el respeto. Eso no sucedió, no cometió esa traición. “Murió —concluye Taibo con sabiduría— como muchos le agradecemos que muriera: siendo, inequívocamente, él mismo”.

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