El
1º de febrero de 1908 muere asesinado el rey Carlos Primero de Portugal por
varios disparos realizados por dos militantes antimonárquicos. Pessoa en aquel
momento, con diecinueve años, estaba intelectualmente mucho más cerca de los
republicanos que de los conservadores, y el asesinato le produjo cierta
satisfacción. En su “Oda triunfal” de 1914, Álvaro de Campos, el heterónimo más prolífico e irónico de Pessoa, se
solaza recordando el evento:
¡La maravillosa
belleza de la corrupción política,
deliciosos
escándalos financieros y diplomáticos,
agresiones políticas
en las calles,
y de vez en cuando
el cometa de un regicidio
que ilumina de
Prodigio y de Fanfarria los cielos
usuales y lúcidos de
la Civilización
cotidiana!
(AP 2459)
Veinte
años después de escribir este poema, en una “Nota biográfica”, y hablando en
tercera persona, dice que Pessoa “Considera
que el sistema monárquico sería el más apropiado para una nación orgánicamente
imperial como es Portugal” (EEAA, p.
112). A mí no me molesta ni su posición inicial a favor de los republicanos ni
su posición final a favor de los monárquicos, me molesta que se haya divertido
con ese brutal regicidio. Ya cité el pensamiento de Charles Robert Anon que termina con esta frase:
“De los reyes y curas tuve piedad, porque eran hombres” (EEAA, p. 30). Esto es de 1906. Dos
años después el rey es acribillado y se alegra. Yo no me alegraría nunca, ni a
mis quince ni a mis cincuenta años, de una muerte tan espantosa como lo es un
fusilamiento.
Según
mi escala de valores, el Pessoa-persona desciende unos cuantos peldaños debido
a esta postura. Y el Pessoa-escritor también, porque según esta misma escala no
se puede escribir a la vez con altura y con ojeriza, la una repele a la otra.
Compasión hacia todos los hombres, por malos o estúpidos que fueren: he ahí el
secreto —no el único— para escribir con acierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario